Locataires (2004)

   

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Locataires cuenta la historia de Tae-suk, un joven misterioso que se introduce en casas vacías —no para robar, sino para habitarlas temporalmente. Come, se baña y repara objetos rotos antes de marcharse sin dejar rastro. Su presencia es casi fantasmal; ocupa los espacios con respeto y silencio, como si nunca hubiera estado allí. En una de estas incursiones, entra en una casa que no está deshabitada y se encuentra con Sun-hwa, una mujer atrapada en un matrimonio abusivo.

 

Locataires, Kim Ki-duk (2004) | La saveur des goûts amers

Desde el primer cruce de miradas, se establece entre ellos una conexión profunda. Sin pronunciar palabra, inician un viaje íntimo y silencioso, comunicándose a través de gestos y miradas. Tae-suk libera a Sun-hwa de su marido violento, y juntos comienzan a vagar de casa en casa como habitantes invisibles. Su amor crece en medio del silencio: no dicho, pero intensamente sentido. La ausencia de diálogos se convierte en el recurso más poderoso del filme, resaltando la emoción a través de la quietud y la sugerencia.

 

Kim Ki-duk emplea la narración visual con un control extraordinario. Planos largos, encuadres fijos y movimientos precisos reemplazan al diálogo convencional. El título, 3-Iron (un tipo de palo de golf), hace referencia al objeto que Tae-suk lleva consigo —símbolo tanto de daño como de redención. La película oscila entre el realismo y el surrealismo, dejando espacio para que el espectador interprete por sí mismo los cambios emocionales y los momentos oníricos.

 

Locataires (2004) | MUBI

Finalmente, Tae-suk es capturado y encarcelado, pero su espíritu parece volverse inmaterial. Su habilidad para moverse sin ser visto roza lo sobrenatural, y la película sugiere que quizá ya no pertenece del todo al mundo físico. Sun-hwa, por su parte, regresa a su hogar opresivo, pero las escenas finales borran las fronteras entre lo real y lo imaginario. ¿Está Tae-suk realmente allí, o se ha convertido en un fantasma de consuelo?

 

Locataires - Le Grand Action

Locataires es una película contemplativa, casi espiritual, sobre la conexión, la invisibilidad y los espacios que habitamos —tanto físicos como emocionales. Cuestiona qué necesita una relación para sobrevivir, y si estar presente significa necesariamente ser visto. Con un diálogo mínimo pero una carga emocional profunda, Kim Ki-duk crea una historia de amor que es poética, inquietante y absolutamente única.